Cuando nuestro gato entra en la tercera edad, algunas cosas debemos cambiar en casa para facilitarle la adaptación a esos cambios inevitables que el ritmo de la vida le marca. Estar alerta para notar esos cambios nos permitirá seguir disfrutando de un gato feliz.
A
todos nos es difícil aceptar que nos cueste cada vez más algo tan
sencillo y rutinario como es el agacharnos a recoger algo del suelo;
cuantos más días, meses y años pasan, más nos cruje la espalda y peor
nos responden los músculos encargados de flexionar y recuperar la
extensión de nuestro castigado organismo.
Pues, aunque nos cueste creerlo, a ellos, a nuestros gatos, les pasa un poco lo mismo.
Cierta tristeza nos inunda cuando “Simba” no corre durante largos
minutos tras el puntero láser que proyectamos sobre la alfombra del
salón; cierta preocupación nos invade cuando a “Félix” no le vemos
saltar sobre “su sofá favorito”. Es… ¡¡la edad!!
Es lógico pensar que ciertas rutinas del gato se irán adaptando a sus
variantes capacidades. Cuando un gato cumple los 17 años no tendrá el
mismo interés en deambular por el jardín que cuando tenía tres, ¡¡aunque
existan honrosas excepciones!!
Lo primero que notaremos es que el animal está funcionando a menos
revoluciones, como si todo se hiciera un poco más lento. Ese puede ser
uno de los primeros indicativos de que nuestro buen amigo se está
haciendo mayor.
A partir de ese momento debemos tener muy presente que las revisiones
veterinarias serán algo rutinario, necesario y fundamental para
prevenir o tratar las cosillas que vayan apareciendo.
Lo que jamás debemos hacer es “asumir” que el animal es mayor. La
edad no es una enfermedad, es una evolución del ser vivo, un tránsito
hacia un nuevo estado vital. En demasiados casos la asunción por parte
del propietario de la vejez de su animal se transforma en un cierto
“desinterés”: ¡¡si es viejo, que le vamos a hacer!! ¡¡Pues no!!, podemos
hacer, y mucho.
Además de las comentadas revisiones y chequeos anuales, debemos adaptar su alimentación.
Con
el paso de los años muchos gatos presentan problemas en la cavidad oral
(perdida de piezas, ulceraciones, tumoraciones, etc.). Un alimento
correcto conseguirá que el animal coma con menos esfuerzo, salga durante
más tiempo al jardín, suba un poco mejor a su sillón favorito y corra,
quizá como un gamo, detrás de la luz de nuestro puntero láser… ¿por qué?
porque le estaremos asegurando el aporte imprescindible de nutrientes
para que su organismo siga al máximo rendimiento.
Muchos gatos mayores tienen verdaderas dificultades locomotoras.
Algunos caminan de forma distinta, en otros se nota una pérdida de
agilidad para saltar como solían hacerlo. En estos casos, aparte de la
lógica visita al veterinario para diagnosticar el problema concreto,
intentaremos adaptar el mobiliario: cajas de lecho absorbente de fácil
acceso, mantas o cojines planos en lugar de complejas cunas y sillones
o, por qué no, una rampa de subida al sofá, o plataformas a alturas
intermedias para evitarle dar grandes saltos.
Todo es tan sencillo como mirar a nuestro buen amigo, dedicar un
tiempo a disfrutar observando esa nueva forma de comportarse y estar
siempre atentos a sus pequeños o grandes cambios.
Debemos
insistir: la edad, no es una enfermedad. Desde que nuestro gato comience
a cambiar sus formas de actuar, variar sus capacidades, hasta el triste
momento de la despedida, nos quedan muchos, muchos años para compartir.
Durante ese tiempo tendremos que adaptarnos, tendremos que ofrecerle lo
mejor, lo más adecuado, pero sin añorar sus capacidades perdidas.
Los gatos mayores, senior, geriátricos… “vejetes”, son también una
inagotable fuente de sorpresas. Ayudémosles a que sigan dándolas.
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