Muchas veces pensamos que nuestro amigo se está convirtiendo
en un insufrible cascarrabias a medida que pasan los años aunque, ¿no
será que el paso del tiempo provoca cambios que justifican ese
comportamiento?
En los gatos denominados geriátricos,
las causas más frecuentes de visita a las clínicas veterinarias
relacionadas con alteraciones del comportamiento son la eliminación
inadecuada de excrementos (orina y/o heces), la agresión, la
destrucción, la actividad excesiva, la vocalización, los miedos y las
alteraciones en las conductas de ingestión.
Todos o la mayoría de estos cambios pueden ser debidos, entre otras
causas, a una disfunción cognoscitiva, es decir, a un deterioro de la
función mental del animal, un deterioro que provoca dificultad para
reconocer lugares, sitios o personas conocidas. “Dificultades”, en
general, que ponen en tensión la relación del gato con el propietario.
La disfunción cognoscitiva puede aminorar su impacto con tratamiento,
que solamente será paliativo y será necesario complementarse con
cambios de manejo, variaciones en el entorno, etc. El propietario
debería tener muy presente que, para paliar este indeseable efecto de la
avanzada edad de su gato, la estimulación mental continua (diaria), el
ejercicio y una adecuada alimentación, son las mejores armas para
controlar el problema.
Sin embargo, no sólo los deterioros “mentales” conducen al gato a
comportarse como un cascarrabias. Los problemas físicos y neurológicos
son, en muchos casos, la causa que predispone a una actitud agresiva del
animal.
En todos los gatos senior que presenten una conducta agresiva sería
fundamental descartar la presencia de un dolor subyacente: los problemas
músculo-esqueléticos o las patologías dentales, por ejemplo, pueden ser
los detonantes de una agresión.
También la pérdida de capacidad
sensorial (visual, auditiva, etc.) de los gatos geriátricos puede
desencadenar agresiones: un gato joven que tenga miedo a las personas es
capaz de evitarlas cuando aprecia su cercanía. Sin embargo un gato
mayor que tenga una deficiencia sensorial y no llegue a apreciar la
presencia de la persona puede reaccionar bruscamente (huída o ataque)
cuando sea consciente de esta presencia.
Fuente: http://www.elgatoencasa.com
domingo, 15 de julio de 2012
sábado, 7 de julio de 2012
Cinco reglas de oro para la educacion del gatito
Educar bien a nuestro gatito es algo fundamental para
asegurarnos una convivencia feliz. Son muchas las pautas que debemos
tener en cuenta a la hora de llevar esto a la práctica. Os apuntamos
algunas de las más importantes.
1. Período de socialización
Es el espacio de tiempo en el que el gatito está receptivo al aprendizaje. Comprende de la segunda a la séptima semana de vida. Todo lo que aprenda durante este período marcará las bases de su comportamiento futuro (que se relacione con perros, con niños, que aprenda los horarios, que se acostumbre al cepillado diario, que se le bañe: hay que hacerle natural todo aquello que le tocará vivir durante el resto de su vida)
2. Métodos suaves, respetando la psicología de los gatos
La forma de enseñar a un gato difiere considerablemente con la que seguiríamos con un perro. Es contraproducente retenerle contra su voluntad, golpearle (ni siquiera con un periódico) o abordarle de manera brusca. En seguida aprenden el significado de un “no” seco o un “chssss” prolongado.
3. Utilizar castigos indirectos
El disparo de agua a distancia (con una pistola) es uno de los métodos más eficaces para disuadir a un gato de una mala conducta. Él no relacionará esa lluvia repentina con ninguna persona y, por tanto, no lo hará cuando esté solo, ya que pensará que en cualquier momento le pueden volver a caer las indeseables gotas de agua.
4. Ser firme en las decisiones
A la hora de fijar conductas debemos ser implacables en las órdenes: si estamos enseñándole a no subirse a la encimera de la cocina, nunca, nunca, flaquearemos en esta decisión. Con una sola vez que se lo permitamos echaremos por tierra todo el camino andado.
5. No jugar con las manos
El gatito debe aprender que las manos le acarician o le dan de comer, pero no son un “elemento cazable”. En los gatos el juego y la caza están íntimamente ligados, y si le acostumbramos a jugar con nuestras manos, él no entenderá por qué a veces sí y a veces no se puede jugar con ellas, por lo que es una pauta a evitar.
Y por último, tengamos presente que no siempre es fácil educar a un gato. Aproximadamente el 15% de los gatos son resistentes a la socialización con las personas (sobre todo aquellos que proceden de la calle y que su período de socialización se ha realizado en ausencia de humanos).
1. Período de socialización
Es el espacio de tiempo en el que el gatito está receptivo al aprendizaje. Comprende de la segunda a la séptima semana de vida. Todo lo que aprenda durante este período marcará las bases de su comportamiento futuro (que se relacione con perros, con niños, que aprenda los horarios, que se acostumbre al cepillado diario, que se le bañe: hay que hacerle natural todo aquello que le tocará vivir durante el resto de su vida)
2. Métodos suaves, respetando la psicología de los gatos
La forma de enseñar a un gato difiere considerablemente con la que seguiríamos con un perro. Es contraproducente retenerle contra su voluntad, golpearle (ni siquiera con un periódico) o abordarle de manera brusca. En seguida aprenden el significado de un “no” seco o un “chssss” prolongado.
3. Utilizar castigos indirectos
El disparo de agua a distancia (con una pistola) es uno de los métodos más eficaces para disuadir a un gato de una mala conducta. Él no relacionará esa lluvia repentina con ninguna persona y, por tanto, no lo hará cuando esté solo, ya que pensará que en cualquier momento le pueden volver a caer las indeseables gotas de agua.
4. Ser firme en las decisiones
A la hora de fijar conductas debemos ser implacables en las órdenes: si estamos enseñándole a no subirse a la encimera de la cocina, nunca, nunca, flaquearemos en esta decisión. Con una sola vez que se lo permitamos echaremos por tierra todo el camino andado.
5. No jugar con las manos
El gatito debe aprender que las manos le acarician o le dan de comer, pero no son un “elemento cazable”. En los gatos el juego y la caza están íntimamente ligados, y si le acostumbramos a jugar con nuestras manos, él no entenderá por qué a veces sí y a veces no se puede jugar con ellas, por lo que es una pauta a evitar.
Y por último, tengamos presente que no siempre es fácil educar a un gato. Aproximadamente el 15% de los gatos son resistentes a la socialización con las personas (sobre todo aquellos que proceden de la calle y que su período de socialización se ha realizado en ausencia de humanos).
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